La frescura de los mariscos es fundamental para disfrutar de su sabor y aprovechar al máximo sus beneficios nutricionales. Al elegir mariscos, es importante fijarse en su olor: deben oler a mar, no a amoniaco. Además, los mariscos con caparazón, como almejas y mejillones, deben estar bien cerrados.
Es fundamental almacenar los mariscos adecuadamente una vez comprados. Deben mantenerse en la parte más fría del refrigerador y, si no se van a consumir en un día o dos, se recomienda congelarlos para conservar su frescura. Al descongelarlos, lo mejor es hacerlo en el refrigerador y no a temperatura ambiente para evitar la proliferación de bacterias.
Siguiendo estos consejos, puedes garantizar que los mariscos conserven sus cualidades nutricionales y su delicioso sabor. Consumir mariscos frescos no solo mejora la experiencia culinaria, sino que asegura que estás recibiendo el máximo de sus beneficios para la salud.